Todo lo que resistes, persiste

Te levantas agitado.

Sientes un nudo intenso en el estómago o en el pecho. Una presión que quizá te desespere, porque parece que no te deja espacio para nada más.

Tienes muchas responsabilidades entre tu trabajo, tu familia, proyectos que tienes entre manos…

Y ves que no puedes lidiar con las dos cosas a la vez. 

O la tensión o tu vida.

Igual te dan ganas de parar con todo, aislarte y ver qué hacer con esa presión.

Aparecen muchos pensamientos que pueden parecer que muestran un futuro en el que esa tensión, cada vez más insoportable, no te va a dejar disfrutar de nada y que va a hacer que tengas que renunciar a todo.

Y en ese punto, ¿qué estabas haciendo hasta ahora?

Esa presión en el pecho podría parecer peligrosa, sentirse como una amenaza de ataque al corazón, o haber derivado en un “ataque de pánico” en alguna ocasión. 

Y tú has intentado rechazarla, has intentado calmarla de cualquier forma que se te ocurriera.

Esos pensamientos que acompañan a toda esa experiencia, quizás trataste de controlarlos, de hacer que desapareciesen de tu mente inmediatamente.

Te intentabas mantener a salvo en una lucha que te dejaba agotado.

Yo viví eso durante años.

Y era un coñazo.

Hasta que entendí que a lo que uno se resiste, persiste.

Cuanto más intentaba eliminar esos pensamientos que me generaban tensión, o calmar como fuera esa presión que aparecía en mi cuerpo día sí, día también, más fuerte volvía.

Más duro era el golpe.

Como un búmeran que intentas lanzar cada vez más lejos, pero solo vuelve con más fuerza, dándote de lleno.

Si no me crees, haz la prueba. 

Cierra los ojos 30 segundos y enfócate en evitar todo lo que puedas pensar en plátanos azules.

Prohibido pensar en plátanos azules.

Elimina toda imagen de plátanos azules de tu mente.

Inténtalo.

30 segundos.

¿Qué tal?

Complicado, ¿verdad?

Tienes más claves a diario en mi newsletter gratuita.

Por tus acuerdos de paz,

Manuel Umbert.