Don Vito lo tenía claro

Es curioso.

Y revelador.

Hace años todo el mundo me decía que era muy bueno.

Mi vida básicamente era estudiar o trabajar (en función del momento) e ir a todas las comidas familiares que había. Incluso pasarme todos los fines de semana con mi familia.

Alguna vez veía a algún amigo, pero ya.

De hecho, había veces que me sentía culpable por no ir a ver a mi familia por las tardes entre semana.

Y no había nada de malo en ver a mi familia, pero me estaba olvidando de lo que yo quería.

No solo me estaba olvidando, sino que no me había dado tiempo ni a planteármelo.

Literalmente no me había dado tiempo a mí mismo para pensar en qué quería hacer, más allá de seguir la inercia de la carrera que había estudiado.

Llegó el momento en el que empecé a priorizarme más y buscar crecer en todas las áreas de mi vida, darme espacio para mí.

Y entonces aparecieron las voces a las que no les gustaba ese cambio.

No desde mi familia precisamente, sino de personas que veían que dedicaba menos tiempo a mi familia o que tenía una actitud distinta.

Empezaron con que si era mala persona, que eso no estaba bien, que esa no era la educación que había recibido…

Y ahí está la señal.

Ahí lo vas a identificar.

Como en esa escena de El Padrino en la que Don Vito le dice a Michael que quien le proponga una reunión secreta con su mayor rival, Barzini, es el traidor dentro de la familia.

Pues aquí es parecido.

Cuando tú decidas priorizarte para crecer, desarrollarte, ir a por los proyectos que de corazón quieres alcanzar… y empieces a cambiar, cuidado con quien te diga que eres mala persona o de alguna forma te haga sentir mal por lo que quieres hacer.

Sortear a estos vampirillos que te chupan la energía y te quitan el foco, es una habilidad que se aprende.

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Por tu mejor versión,

Manuel Umbert.